Hace unos pocos años no podía imaginar escribir mi “testimonio”. La sola idea de contar a otros de como empecé a llevar una vida homosexual, hasta mi arrepentimiento, convertirme en cristiano, tener una familia, y finalmente empezar este ministerio; yo tenía mucho miedo y era demasiado inseguro. Pero aquí estoy en Starbucks en el centro de Halifax, Nueva Escocia, tomando mi café “grande” y escribiendo exactamente esto. Prometo no ser demasiado detallista y explicar todo en términos breves.
Mi papá era predicador en la iglesia de Cristo. Era anciano también. (Así es, fui criado como hijo de predicador). Él hacia esto por casi 50 años yendo de un lado de Canadá hacia el otro. Yo asistí a mi primer servicio de la iglesia cuando tenía dos años y me imagino que he estado en aproximadamente 6.000 servicios de la iglesia desde entonces. Hubieras pensado que después de tanto tiempo en la iglesia, yo habría aprendido como mantenerme en el buen camino. Pero de alguna forma, descubrí una manera para arruinar las cosas grandemente.
El primero evento en mi vida que seguramente contribuyó a la confusión de mi identidad sexual sucedió cuando yo tenía 8 años. Yo fui acosado sexualmente por alguien considerado “fiable” por mi familia. Él era adolescente de menos de 20 años de edad. El asunto era algo muy confuso y yo tenía mucha vergüenza y nunca hable con nadie acerca de esto – incluso con mi esposa – hasta tener más de treinta años.
Durante mi pre-adolescencia todo andaba extremadamente difícil en mi hogar, entre mi madre y mi padre. A pesar de “quien éramos” los domingos cuando íbamos a la iglesia, todo era hecho pedazos en privado, y nadie lo sabía excepto yo. No voy a explicar “quien hizo qué” porque no quiero romper la confianza y quiero a mis padres. Ellos han pedido perdón también y les he perdonado. Supongo que los más fuertes entre nosotros se caen e hicieron cosas que les gustaría borrar y cambiar. Al mismo tiempo, si el día llega cuando uno de mis hijos siente la necesidad de compartir conmigo mis errores más lamentables (que Dios me ayude), y espero que lo haga con delicadeza y compasión.
Cuando yo tenía 12 o 13 año, los problemas en casa estaban en plena crisis. Mi padre estaba enfermo la mayor parte del tiempo, entonces pasar tiempo en casa no era una buena opción. Mi papá era lejano y muy envuelto en sus propios problemas entonces no tenía mucho tiempo para mí. Me sentía abandonado y yo no tenía una buena orientación o un ejemplo a seguir en cuando a ser un varón o un hombre joven durante los años increíblemente formativos. Mis calificaciones en la escuela bajaron mucho; reprobé el sexto grado, escogí pasar tiempo con un grupo de jóvenes que definitivamente eran una mala influencia y es cuando empecé a tomar muchas malas decisiones para mi vida.
Estos años difíciles me dejaron en un estado de confusión, soledad, enojo y dolor. Mientras estoy escribo esto y pensando en esos años, hace que yo respire más fuerte y que palpite más rápidamente el corazón. En serio. (Tal vez yo debería dejar de tomar el café “Sumatra Grande Extra Fuerte” que estoy tomando ahora mismo.)
Era durante este tiempo también que un niño en mi escuela me preguntó si yo querría participar un nuevo juego de cartas que aprendió (de quien no tengo la menor idea) donde el perdedor se quita la ropa. Habiendo crecido en un hogar extremadamente conservativo y en una congregación de la iglesia de Cristo, yo no estaba seguro que pecado era el peor, jugar cartas que casi garantizaba que la mano de Dios iba a salir del cielo para agarrarme y echarme en las profundidades de un infierno ardiente, o quitar mi ropa con un niño en mi cuarto.
Aunque la mano de Dios no me castigó, todo un nuevo mundo de pecado y lujuria se me abrió. Obviamente todo se fue de mal en peor rápidamente y yo tuve una relación pecadora con este niño hasta más allá de los 20 años de edad.
Encontré en esta relación lo que parecía la aceptación y el amor que yo anhelaba, algo que no podía encontrar en otras partes. Aunque yo sabía que lo que yo hacía era equivocado, emocionalmente yo estaba muriendo de hambre, entonces regresaba una y otra vez. La gente que tiene un hambre emocional muy fuerte hará cualquier cosa para satisfacer estas necesidades verdaderas que tiene. Como dijo Sr Rogers una vez: “un amor malo es mejor que ningún amor.”
Yo oraba todos los días para que Dios me perdonara y me cambiara. Yo seguía asistiendo a los servicios de la iglesia, me bautice – dos veces – pensando que lo que yo estaba haciendo era tan malo que un bautismo no podía ser en absoluto suficiente para limpiarme de este pecado que yo tenía en mi vida.
Según las apariencias yo era cristiano. Yo estaba envuelto en la iglesia y mi escuela secundaria en la medida posible. Según las apariencias, yo hacía todo lo posible para ser popular, divertido, aceptado y querido; todo lo que yo no era por dentro. En mis esfuerzos para ser “normal” y como todos lo demás, yo tenía también unas enamoradas en la escuela secundaria.
Entre las edades de 19 y 21 yo fui voluntario en un equipo misionero en Papúa Nueva Guinea donde yo viajaba a través de las selvas y enseñaba la biblia a otras personas, yo trabajaba en un hospital, y dirigía una clínica de primeros auxilios, las típicas cosas misioneras. Fueron dos años extraordinarios. También fueron dos años sin contacto homosexual con nadie. Yo esperaba que durante este periodo temporal me hubiera curado, pero poco después de regresar a Canadá, no solamente había regresado a mis costumbres anteriores, sino también me metía en cosas que yo dije que nunca lo haría.
Yo estaba seguro que nadie podría quererme nunca si supieran quien yo era en realidad. Me sentía como un extranjero en este mundo heterosexual. Yo era diferente en comparación con mis amigos, y de lo que yo sabía, yo era la única persona en la iglesia que era así. Es una manera muy solitaria de vivir. Todos los que comentaban acerca de la homosexualidad hablaban como si fuera algo malvado, repugnante y deplorable. En la iglesia se enseñaba que era una abominación delante de Dios, merecedora de la muerte y cuando mis amigos hablaban de ella; era siempre en términos de un chiste degradante. Entonces creía que yo era malvado, repugnante, deplorable, una abominación delante de Dios, y que yo merecía morir y que mi vida era un fracaso. No es una buena receta para fomentar una autoestima saludable.
Yo dudaba seriamente el amor de Dios para mí. Yo sabía que yo no podía de ninguna manera ser salvo con esto en mi vida. La idea de ir al infierno me aterrorizaba, entonces en la noche al acostarme, yo oraba, rogaba, suplicaba, lloraba y gritaba, implorando que yo despertara al siguiente día un hombre diferente, recto, heterosexual, normal, alguien más. Esto fue mi ritual durante años. Pero 1 Corintios 6:11 esto nunca se hizo realidad para mí.
Entonces, al regresar de Papúa Nueva Guinea yo estaba firmemente convencido que yo nací así, de que el cambio no era posible y que yo estaba seguro que Dios no tenía ninguna intención de curarme para que yo pudiera ser “normal.” Me sentía bastante abandonado por Dios y extremadamente confundido. No podía entender como un Dios “amoroso” podría permitirme sufrir con un problema tan difícil en mi vida y que yo no tenía la capacidad de cambiar, esta cosa que yo amaba, y esta cosa que yo odiaba. Después, pasé el próximo par de años con indiferencia en cuanto a Dios y los limites morales. Me metí por completo en la vida homosexual.
Yo no solamente tenía una vida rota, sino también tenía el corazón roto. Cuanto más me envolví en esto, más frustrado me sentía. No hay ninguna duda que por algún tiempo, la homosexualidad saciaba mi sed emocional, me hacía sentir mejor y era la respuesta a ciertos problemas en mi vida, pero este alivio era solamente momentáneo y me hacía sentir aún más vacío. Sin embargo, dado que la homosexualidad era el único “alivio” que yo había conocido por tantos años, tenía sentido para mi seguir regresando a lo que yo conocía, y lo que me hacía sentir mejor, aunque sea temporario. (Por favor lee mi artículo “¿Qué es Tan Bueno de la Homosexualidad?”)
De alguna manera, durante estos momentos confusos, Dios me buscó amorosamente. Puso a hombres piadosos en mi vida que me querían a pesar de que ellos sabían quién era yo. No eran críticos en sus actitudes y vieron mi pecado igual a cualquier otro pecado. En ellos, yo vi el amor y la compasión de Dios y yo tome la decisión de arrepentirme y dejar este estilo de vida para siempre. No deje la homosexualidad porque era tan terrible. Deje la homosexualidad porque encontré algo mejor. Me da alegría decir que después de tomar esta decisión en el verano de 1986, no he participado en ningún tipo de actividad homosexual con nadie, en ninguna forma. Le doy gracias a Dios que mi vida anterior está dejada en el pasado.
Para mí, ha sido increíble ver como Dios ha bendecido esta decisión y el arrepentimiento a lo largo de los años. En 1991 algo ocurrió en mi vida que siempre era un sueño y una fantasía para mí, pero era algo que no creía realmente posible. Me case con Cathy, mi esposa. Antes de comprometerme yo decidí que era importante avisarle quien era yo y que yo tenía una atracción por el mismo sexo. Aun así, ella se casó conmigo de buenas ganas y ha sido una influencia amorosa, comprensiva y piadosa en mi vida durante los últimos 18 años. Hemos sido bendecidos también con cuatro hijos de los cuales dos de ellos fueron recién adoptados. Tengo también unos amigos increíbles de toda la vida que me han querido independientemente de mis debilidades. Y además, he tenido el privilegio de servir como evangelista en la iglesia.
Casi nunca pasa un día cuando no dejo de hacer lo que estoy haciendo para mirar mi vida y quedarme asombrado y abrumado por lo que Dios ha hecho por mí, alguien tan pecador y no merecedor como yo.
Para concluir, a continuación hay unos comentarios útiles en cuanto a vivir como cristiano con atracciones indeseadas por el mismo género. Estos puntos son beneficiosos para todos pero para ustedes con atracciones por el mismo género, quiero que tomen en cuenta estos comentarios, temas que vamos a seguir abordando en estudios bíblicos y artículos disponibles en este sitio web y por este ministerio.
El amor que Dios tiene para ti no aumenta cuando eres recto ni disminuye cuando estas en pecado. Su amor para ti se queda en el mismo nivel desbordante constantemente y sistemáticamente, independientemente de tu nivel de obediencia.
Tal vez no escogimos tener una atracción por el mismo género pero tenemos la libertad en Cristo para escoger un camino de abnegación y obediencia a Dios. Tiene que ver con decisiones diarias.
No hay ninguna fórmula mágica para los que luchan contra las atracciones indeseadas por el mismo género, así como no hay ninguna fórmula mágica para los heterosexuales con una atracción por el sexo opuesto o la persona que está con tentaciones de codicia o de chismes. Para todos nosotros, independientemente de nuestras tentaciones, tiene que ver con llevar una vida de obediencia y discipulado. Dios no tiene interés en tus atracciones, pero está muy interesado en nuestra sumisión a Él. Como dice el refrán: “el propósito no es la heterosexualidad, es la santidad.”
La homosexualidad solía tener control sobre mí – ahora tengo control sobre ella. Esto es la victoria que todos podemos experimentar con la ayuda de Dios. Todo lo que Satanás destinaba para el mal, Dios puede usar para el bien. No somos víctimas; somos parte de la solución.
Mientras hay otros (y a veces nosotros mismos) que quieren identificarnos con un título; delante de Dios somos simplemente sus hijos. No somos gay, lesbiana, bisexual, Transgénero, homosexual, o incluso ex gay. No permitas que te estigmaticen. Somos mucho más que nuestra orientación sexual. Somos buenos esposos y esposas, padres amorosos, amigos leales y confiables, hijos e hijas, empleados fiables y contribuyentes útiles en nuestras comunidades e iglesias, pero ante todo somos cristianos; hijos e hijas amados por Dios.
[ii] Rogers, S. (2003). Lessons Learned: Insights for Redeeming the Sexual Generation. Lessons Learned: Insights for Redeeming the Sexual Generation C.D. Series; volumen uno, Worthy Creations Publications.
[1] Chambers, Alan. "Hope for Those Who Struggle." Conferencia de Exodus International. Universidad Concordia, Irvine, California. 26 de julio 2007.